“Sirat”: un viaje místico por el desierto marroquí

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Tres vehículos recorren a toda velocidad la tierra rojiza del desierto marroquí bajo un cielo naranja y azul, levantando una nube de polvo a su paso. La imagen, que parece sacada directamente de Sirat , el cuarto largometraje de Oliver Laxe, cierra Mimosas: El Camino del Atlas (2016), su segunda película. Una odisea espiritual con la esencia de un relato que ya buscaba conectar los mundos físico y metafísico.

Nueve años después, el director franco-español ha perfeccionado sus habilidades y ha cambiado de rumbo. Mientras que Mimosas: El Camino del Atlas ganó el Gran Premio de la Semana de la Crítica de Cannes, Sirat se presentó en mayo en la competición oficial, llevándose el Premio del Jurado y el Premio a la Banda Sonora de Cannes. Y la reputación del Festival, cargado de expectativas, como la "revelación impactante".

La música es una buena puerta de entrada a la esencia de esta película única, que invita al espectador a sumergirse en el juego durante casi dos horas de una experiencia sensorial poco común en el cine. El largometraje arranca con la instalación de un gigantesco sistema de sonido en pleno desierto marroquí que anuncia el inicio de una fiesta rave. Oliver Laxe filma extensamente a los bailarines, sumidos en un alegre trance, con música tecno de fondo. La puesta en escena captura tanto la fuerza colectiva de los cuerpos que participan en el mismo movimiento como la individualidad de algunos de estos ravers occidentales con looks alternativos. Dos escalas que se comunican constantemente a lo largo de la película.

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